Jean-François Richet, es el encargado de dirigir, y se nota su pulso y su buen hacer para las escenas de acción, algo que ya hizo en Asalto al distrito 13. Además juntas a un pletórico Mel Gibson, y tienes una estupenda combinación, algo que seguro en otras manos y con otro prota para el film, habría dado al traste con la película, o no sería más que otra más del montón.
Gibson es John Link, un expresidiario, que vive en una caravana y que sobrevive como tatuador. Su adolescente hija se fugo de casa, y nada sabe de ella. Intenta llevar una vida normal, fuera de los vicios, de los crímenes, y sobretodo de su alcoholismo. Su hija desaparecida, se ha metido en problemas, y no tiene otro remedio que volver a ponerse en contacto con su padre, e intentar capear la situación. Link, como cualquier padre haría, es capaz de saltarse hasta su libertad condicional para poner a salvo a su pequeña.
Richet, dirige con brío, y Gibson le acompaña. La película no deja de ser algo ya muy visto, pero que los aficionados a la acción echamos de manos, pues ya no se estrenan muchas películas de este tipo, salvo las que un tal Jason Statham protagoniza como churros.
Acompañando a Gibson, tenemos a los solventes: Elisabeth Röhm, William H. Macy y Diego Luna
Buenas escenas de acción, y un paisaje desolador y dejado fuera de la ley como siempre parece en esos desiertos norteamericanos. ¿No os parece que siga siendo un sitio sin ley, y que la polícia, o bien esta corrupta, o pasa de líos? (me refiero a las pelis, claro esta), a mi me lo parece, y es una ambientación perfecta para este tipo de narraciones, donde los malos malotes, tienen que poder hacer de las suyas sin mucha impunidad ni moral.
Poco más que añadir, salvo recomendaros la película. Gibson ya en Vacaciones en el infierno demostró que había vuelto para quedarse, y en Blood Father tenemos su confirmación. ¡Queremos más pelis de este tipo¡¡¡
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