La vocación más bonita de todos
los festivales de cine es la de servir de plataforma de distribución
internacional a películas con vocación de autor y hechas con más coraje que
dinero. En Sitges es la sección de Noves Visions (tanto en la ramificación de
ficción como la de no ficción) la que cumple, más que cualquier otra, este
cometido, la que conserva mejor el espíritu de descubrimiento que caracteriza
el festival y también la sección en la que he tenido el gusto de ver las dos
mejores películas que, para mí, se han proyectado hasta ahora en el festival.
Love Eternal aúna todos los requisitos que se pueden esperar de una
película de Sitges: violencia, un reto moral, una perspectiva personal,
temática macabra, humor negro y el hecho de no saber qué vas a encontrarte. El
film de Brendan Muldowney, inspirado en la novela “In Love with the Dead”,
habla de cómo un chico que toda su vida ha convivido con la muerte descubre el
amor a través de la necrofilia. Lo que hace apasionante esta película es la
naturalidad del retrato psicológico del protagonista, ya que desde la
comprensión de su punto de vista asistimos con absoluta naturalidad al
nacimiento de un psicópata sin que nos atrevamos a calificarlo como tal porque
las sensaciones que él experimenta a través de su relación con la muerte,
cualquiera de nosotros las ha sentido también a partir de la celebración de la
vida.
El domingo por la noche se
proyecto otra de las películas imprescindibles de Sitges 2013, entre otras
cosas porque fue la segunda película que la dirección del festival seleccionó
para esta edición nada más verla. Se trata de Proxy, un film extraordinario tanto por su personalidad como por su
capacidad de sorprender de principio a fin. Zack Parker combina a la perfección
el suspense con la perversidad y está lleno de pasajes hipnóticos, personajes
extraordinarios y momentos de violencia extrema, tanto física como psicológica.
El punto de partida es la relación entre dos mujeres que han perdido a sus
hijos de forma trágica, pero los derroteros que coge a partir de la premisa son
absolutamente impredecibles.
En cuanto a Noves Visions No
Ficción, hay dos documentales que merece la pena tener en cuenta. El primero es
American Jesus, que se proyectó el
domingo por la tarde en un pase bastante accidentado (sólo digo que acabamos
viendo la película en un DVD) y dejó en la audiencia un sabor amargo porque da
menos de lo que promete. En este documental, Aram Garriga viaja por EEUU
entrevistando a pastores de diferentes iglesias neonatas en lo que se convierte
en una panorámica de diferentes ramificaciones de la fe, algunas más
respetuosas, otras un tanto horripilantes, otras directamente grotescas; pero
que están ahí y todas tienen su audiencia. El problema de este documental es
que es más explorativo que otra cosa. Se agradece que mantenga una postura
distante al tratar un tema en el que es fácil volverse tendencioso, pero
lamentablemente esta búsqueda de la imparcialidad deja la película sin análisis
ni discurso, pues no se hace preguntas y, por tanto, no invita a la reflexión.
Todo lo
contrario ocurre con Blackfish, un
documental prácticamente biográfico sobre una orca llamada Tilikum, responsable
de varios accidentes de sus cuidadores y asesina de algunos de ellos. La
película parte de esta premisa pero se va ramificando hacia temas convergentes
como la tortura psicológica que sufren estos animales, la crueldad corporativa
de la empresa propietaria de varios parques acuáticos llamada SeaWorld y la
experiencia de varios entrenadores de orcas que dejaron sus trabajos cuando se
dieron cuenta que lo que hacían era, básicamente, una atrocidad. Blackfish es el documental que no
debería perderse nadie, y sobre todo nadie a quien se le humedecieran los ojos
al final de The Cove. Tiene
intensidad narrativa, recursos visuales muy interesantes, una historia
impactante y un discurso muy, muy bien estructurado.
En cualquier
caso, la propuesta alternativa estrella del fin de semana era, sin duda alguna,
Passion de Brian de Palma, proyectada
en la sección Seven Chances que propone la dirección del festival conjuntamente
con la Assocació de Crítics de Catalunya. Si es interesante descubrir nuevos
autores, también lo es reencontrarse con otros de consolidados. La verdad es
que es inconcebible que Passion no se
haya estrenado en los cines de España y, por esto, verla en Sitges ha sido un
auténtico privilegio porque esta película aglutina todo lo que ha hecho grande
el cine de De Palma. Es un thriller sorprendente trufado de grandes actuaciones
(el trío protagonista está magnífico) y una realización marcadamente manierista que recuerda tanto al De Palma más clásico y perverso de Fascinación como al director excéntrico de El Fantasma del Paraíso. Se nota que con esta película el director
se ha dedicado a divertirse y, aunque se vuelve un poco irregular en su segundo
tramo, regala grandes momentos de suspense y delirio. Además, antes de la
película, se otorgó el premio Máquina del Temps a Pino Donaggio por su trayectoria,
aprovechando que tras 20 años ha vuelto a trabajar con Brian de Palma en la
composición de la banda sonora de la película, que es una auténtica maravilla.
La Secció Oficial del fin de semana ha sido un tanto decepcionante. De entre todas las películas destacaría Drug War de Johnnie To, que lamentablemente no la pude ver pero parece que va a ser de las más destacadas de esta edición, y The Green Inferno de Eli Roth, que a pesar de no ser la exhibición de casquería que prometía sí que es una buena película con el horror como protagonista y un mensaje moralista bastante bien tratado. Mindscape y Magic, Magic, dos propuestas que a priori parecían muy interesantes, han resultado peores de lo esperado. Mindscape es poco más que un thriller de ciencia-ficción con un guión bastante tramposo y una dirección muy competente, mientras que Magic, Magic es un drama surreal al que personalmente no le encuentro interés alguno, pero que de momento es la película que más división de opiniones ha despertado estos días.
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